domingo, 29 de marzo de 2009


Se llama Frank.
Experto en matemáticas.
Profesor retirado de la NYU (Universidad de Nueva York).
Se retiró allá por el 2000, cuando, asesorando a un viejo amigo que trabajaba para un banco, le recomendó que vendiera sus acciones de páginas web.
Le explicó que había podido demostrar matemáticamente que se trataba de una burbuja, y que, como tal, seguiría creciendo y creciendo hasta explotar.
A lo pocos meses la burbuja informática explotó. Miles de Yupies perdieron sus trabajos, sus bonos, sus membrecías a importantes clubes y el trato respetuoso de los Meitres de los más lujosos restaurantes de la City.

El amigo de Frank -que había seguido su consejo- fue prontamente promovido.
Su agradecimiento y la tentadora oferta que le extendió fueron demasiado para él.
Así que ese feliz profesor de matemáticas no pudo negarse y pasó a formar parte de la troup de analistas financieros.

Lo que la frialdad de las matemáticas le había permitido en su momento, cuando su cerebro se encontraba en constante entrenamiento, desafiado una y otra vez por sus alumnos y por su vocación de superarse y compartir.
Es que ver el mundo de la bolsa, de las acciones, de las compañías y de la economía como u n observador externo es una cosa.

Cuando lo que ganás en el mes, es lo que ganabas en un año. Cuando empezás a tener necesidades de cosas, de lugares, de bebidas y comidas que antes ni siquiera conocías... Buenos, cuando todo eso te pasa, perdés la perspectiva.
Dejás de ser un matemático y te convertís en empresario, o en yupi, o en bon vivant... o como quiera que se lo llame.
Pero ya sos parte del juego. Sos parte de la ecuación.
Y cuando sos parte de la ecuación, no tenés la libertad de cancelarte, de reconocer que hay "x" que son incógnitas, y que a veces hay que ir despejándolas.

Esta nueva crisis le pegó a Frank por el culo. No la vio venir. Se enteró de la crisis casi al mismo tiempo en que se enteraba que había perdido su trabajo. Su puesto en la NYU ya había sido tomado por un joven profesor que era tan apasionado como él lo había sido antaño.

Frank quedó descorazonado. Sin fuerzas para pelearla otra vez.
Sin fuerzas para retener a su esposa, a quien había descuidado y semi olvidado entre cognacs, reuniones, cenas, cócteles e interminables salidas.

Frank se quedó sin fuerzas para quedarse... así que se fue.
Frank se abandonó.












3 Opinaciones:

Limada dijo...

Quedó dentro de la burbuja.

Fabiana dijo...

Mierda...
Sin temoe a errarle demasiado, por esos lares es común ese tipo de historias.
No digo que acá no sea así, pero allá es casi como pan de todos los días.
Una pena..
Besos Opi!

Minerva dijo...

Historia tan repetida, lamentablemente. Hay muchos franks.