El momento que estoy viviendo es -por supuesto- increíble.
Me alegro como nunca lo hice, me río, me enamoro, sueño, viajo, vuelo.
También me pego unos cagazos de la gran siete. Es como si se despertara un nuevo sentido que está todo el tiempo pendiente de que Dorta y Dortit@ estén bien.
Leer el diario es ya una costumbre que se está volviendo masoquista.
Te va produciendo un encierro jodido, porque cada día el ambiente es más y más denso.
Más allá de que uno se mantiene a flote, es una lucha constante mantener la cabeza fuera del agua. Es cansador estar con el agua al cuello. Claro que estas quejas son con panza llena. De todas formas, mi preocupación a futuro no pasa por los placeres terrenales que podré darles a los Dortit@s por venir.
Siempre detesté la idea de vivir en un barrio cerrado. Y lo sigo haciendo. Y sigo decidido a no ceder a la tentación. Lo que me embola es que cada vez la tentación tiene más razón de ser.
La cagada es que uno no ve cómo o cuándo podría mejorar un poco la cosa, cambiar la mano. Ningún político entusiasma ni un poquito. Es como estar en medio de una guerra de pasteles de mierda en la que los políticos las esquivan todas y la terminamos ligando nosotros.
Desde los 18 años que voy a todos lados con mi auto. Sea facultad o trabajo. Siempre con el aire o la calefa, con música, en la mía.
Hace un mes más o menos, volví a las raíces y me entregué de lleno al placer de ir con chofer, por la módica suma de $1,25.-
Cuando el momento de la verdad, del cambio, se acercaba no me gustaba ni un poco. Hoy no quiero saber nada del auto. Me di cuenta de que el no tener que luchar más contra el tránsito, contra los peatones, los baches y los pozos y los putos motoqueros, me trae una relajación notable.
Mi conversión al hippismo (trabajador y con una ducha diaria al menos) está en marcha.
Primero fue darme cuenta de que no necesito un auto de lujo. Después, de que ni siquiera necesito auto. Eso convirtió a mi auto de mierda, que nunca me gustó, en un lujo que me doy para ir más cómodamente a visitar a mis sobrinos los fines de semana.
Es un gasto menos, una presión menos, una "necesidad" menos. Ahora lo tengo y lo pago porque quiero.
Porque si a toda la merda del país, del mundo, le sumamos una "necesidad" de ganar plata -para no disfrutarla- entonces estamos al horno.
Hoy vamos a ver una casa. Si es como parece, sería "LA" casa. Tengo todos los dedos cruzados.
Muero de ganas de hacer muebles (biblioteca para empezar) con mis propias manos.
Que larga se hace la espera... pero hay tanto por hacer de acá a mayo.